Desde Marsella nos llega “Take the Freedom” de BlackBeer, una banda joven pero con componentes muy experimentados y que provienen de orígenes muy diversos. Esta mezcla tan heterogénea dota a la banda de muchos ingredientes para poner su sello en cada tema, llevando a cabo un trabajo que durante diez cortes no deja tiempo para desconectar y en todo momento nos llega de alguna u otra manera.
“The night is ready” abre el disco como un aperitivo de lo que nos vamos a encontrar. Reina del 4/4 sin pretensiones, directa y con una energía casi obligada para el comienzo de este disco. ¿Parecería descabellado si digo que el estribillo me recuerda a los melódicos de Howard Jones de Killswitch Engage? Lo parecería si te digo que esta es una banda de rock al uso y no has escuchado aún la canción, pero los de Marsella dejan ver sus influencias individuales en alguna ocasión.
Y sí, en líneas generales el disco se articula sobre estándares sin salirse mucho de la senda del hard-rock, pero con matices. “The King Of Water” y el cencerro en los chorus es lo más experimental que vas a encontrarte. La columna vertebral es sólida y el discurso es fiel a lo clásico. Mucha síncopa entre armónicos y riffs a una cuerda es el lenguaje nativo de BlackBeer, y ojo, que les funciona. Más allá de que pueda resultar repetitivo si no eres muy fan del género, esta fórmula te hará menear la cabeza y querer sostener una cerveza en cada canción. Llegamos a “The Gift”, que funciona como el primer respiro del disco, metiéndonos de lleno en una balada al más puro estilo Aerosmith, intercalando el sonido acústico con unos limpios aderezados con un poco de delay.
Con “Now or Never” nos encontramos con los BlackBeer más corrosivos regalándonos una intro más típica del hardcore que del rock, pero es todo un espejismo hasta que entra la voz de Iván Sencion, que parece llegar desde Argentina con el objetivo de devolvernos al camino correcto y avivar la llama. Y con ese fuego, nos hablan del ángel caído en “Angel”, muy cercana al heavy más de DIO, con ese overdrive tan característico en el riff que nos va conduciendo por toda la canción, siendo casi imposible dejar de escucharlo durante el espectacular solo.
Las guitarras de Bertrand Cape y Emmy Reyes quizás alcanzan su punto más alto en la parte media de esta canción y quizás se eclipsan un poco por el gran trabajo vocal que en esta ocasión me trae la mente a los Avenged Sevenfold más modernos y en su punto heavy más dulce. Y en ese punto llegamos a “Sweet Life”, donde notamos a la perfección los pedales de modulación en los limpios del verso y el bajo nos golpea con fuerza en cada estribillo. El trabajo de Emil Reyes a las cuatro cuerdas no decepciona en ningún momento y quizás el tema donde más destaca, no por técnica sino por presencia es “Turn Off the Pain”, segunda balada y la que nos acerca al final del álbum, donde volvemos a encontrarnos con otro gran despliegue vocal.
El disco lo comienza a cerrar la batería de Guillaume Gómez marcando a cajas una de esas poderosas intros de parking de camiones. Olor a gasolina y muchos charcos de aceite que me recuerdan a los primeros Black Tide con algún toque de Airbourne. “Hot Demon” es el décimo y último tema de este Take the Freedom con el que BlackBeer irrumpen en la escena para evitar que la llama se apague. Una banda que puede recordar mucho a otras, que seguramente ya has escuchado en algún momento pero que lucha por un género con el deseo de que no muera. Take the Freedom son treinta y siete minutos de puro rock que tontea con otros estilos lo justo para ser dinámico pero con un discurso muy claro. Es un disco que consigue lo que busca sin ser pretencioso. Enciende el motor, esto es música de carretera.